¿Neutralidad? No, mejor redes de pares, abiertas, justas y democráticas

Las tensiones, luchas y controversias sobre la arquitectura de Internet son tan viejas como la misma red de redes. Una de estas discusiones -hoy nuevamente de moda- se relaciona con su “neutralidad”. Sin embargo, no queda muy claro qué es y por dónde pasa este concepto. ¿Es posible que las redes electrónicas sean neutras? ¿Cómo se desarrolló la arquitectura histórica de Internet? ¿Cómo se lleva la neutralidad con la política y la democracia?

En primer lugar, es bueno remarcar que el concepto de “neutralidad de la red” no es, precisamente, neutro. ¡¿Cómo podría serlo?! Está plagado de intereses corporativos cruzados y de costosas campañas de información / desinformación. Es muy claro que si las tecnologías, las ciencias, las leyes, las políticas, las religiones, los periodismos (incluso los “independientes”) no son neutrales, ¿por qué las redes sí deberían serlo? Por supuesto, la red no fue ni es neutral.

Desde sus comienzos Internet es una red abierta, distribuida, de pares y su diseño está basado en el argumento filosófico-político “end to end” o “e2e” (de extremo a extremo). Es decir, sin importar su condición, los usuarios se suman en un pie de igualdad e indistintamente pueden funcionar como emisores o receptores de información. Lejos de ser neutral, siempre estuvo políticamente definida y sus principios están codificados (tecnologizados) en su arquitectura originaria.

El concepto de neutralidad de la red surge como una mala, errónea e impropia metáfora del diseño de Internet. Entonces, hubiera sido correcto utilizar otros conceptos técnicos disponibles: entre otros, “igualdad”, “no-discriminación”, “simetría”, “paridad”, “no-exclusión”. Estos sí permiten definir como se producen -y pueden maximizarse a través del tiempo- los usos y el tratamiento igualitario de la información en las redes públicas / comunes como Internet.

En la actualidad, más allá de su ambiguedad e inconveniencia, la idea de neutralidad de la red fue apropiada por algunas corporaciones comerciales y sólo quedó circunscripta a controlar que las empresas que ofrecen servicios de acceso a Internet se abstengan de bloquear, interferir, discriminar, entorpecer o restringir el derecho de los ciudadanos a utilizar la red para enviar, recibir u ofrecer cualquier contenido o servicio (que sea legal). Holanda y Chile sancionaron leyes en este sentido.

Por supuesto, es muy necesario que las empresas que ofrecen acceso respeten la libertad de expresión de los ciudadanos, su privacidad o sus derechos a ser tratados con igualdad, lealtad y no-discriminación frente a los accesos, velocidades, tratamiento de contenidos o precios. Ahora, ¿el control público de Internet termina aquí? ¿Qué ocurre con otras empresas que violan la privacidad, toman posiciones anti-competitivas, privatizan el conocimiento común, desinforman o censuran?

La concepción de neutralidad de la red es peligrosa para el futuro de Internet. Es un concepto típicamente neoliberal y conservador. Se parece mucho a la no intervención que proponen “los mercados”. Lejos de beneficiar a la ciudadanía, es otra de las fachadas de la anti-política. En una red neutral muere la participación política ciudadana, muere la democracia, muere la capacidad ciudadana de emprender y producir valor.

La República Argentina y la región sur del mundo no necesitan neutralidad en sus redes. Lo que precisan es diseñar y politizar aún más las tecnologías. Necesitamos más -y no menos- política. ¡La democracia no es neutral! Las leyes sobre neutralidad tecnológica no hacen más que cristalizar peligrosamente la posición dominante de algunas empresas. ¿Neutralidad? No, ¡gracias! Por una red más abierta, de pares, justa, incluyente, nacional / regional, popular y democrática.

* El Dr. Ariel Vercelli es Presidente de BIENES COMUNES A. C. e Investigador del CONICET / IEC-UNQ. Columna publicada en la sección de Tecnología de Télam. Sin licencia.

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